viernes, 4 de noviembre de 2011

Principales Modelos de Socialización Familiar

Los responsables de la transmisión de las normas, valores y modelos de comportamiento son los llamados agentes de socialización, que pueden actuar de acuerdo, (por lo menos en una serie de normas y de conductas), en torno a las cuales se da un consenso de toda la sociedad, pero que también pueden competir entre sí transmitiendo diferentes contenidos que reflejan la pluralidad de los valores y opiniones existentes en la sociedad ya que es difícil imaginar la socialización como un proceso unitario e indiferenciado.

La familia es el agente de socialización más importante en la vida de un individuo, no sólo porque es el primer agente, sino porque se constituye en el nexo entre el individuo y la sociedad. Es la familia la que socializa al niño permitiéndole interiorizar los elementos básicos de la cultura y desarrollar las bases de su personalidad. La confirmación de las expectativas de los padres puede adoptar dos formas: la primer forma de conformidad se etiqueta como obediencia y se refiere a situaciones en las que un niño se ajusta a las peticiones o presiones de los padres simplemente para obtener recompensas o evitar castigos. Es probable que el niño que se limita a obedecer vuelva a su comportamiento original (o a la falta del mismo) cuando dejen de darse recompensas o castigos. La segunda forma de conformidad se denomina interiorización e implica un cambio que es más duradero e independiente del significado inmediato de la actitud o la conducta personal en cuestión.  (Miller, P., et. al., 1995). De esta manera, los niños pueden ajustarse prosocialmente por dos razones: por el valor pragmático de la conducta (obediencia) o en base a la interiorización de los valores prosociales que guían el comportamiento en ausencia de presiones externas destacadas (como recompensas o castigos). Toda familia socializa al niño de acuerdo a su particular modo de vida, el cual está influenciado por la realidad social, económica e histórica de la sociedad a la que pertenece.
Al respecto, Diana Baumrind (cit. en Miller, P., et. al., 1995), ha delineado tres estilos de interacción entre padres e hijos que pueden estar relacionados con el desarrollo de la conducta prosocial: la primera pauta es la de los padres dictadores, que son muy estrictos y establecen límites estrictos en la expresión de las necesidades del niño. Los padres dictadores esperan una obediencia estricta y casi nunca o nunca explican sus acciones; en cambio suelen recurrir mucho a tácticas afirmadoras de su poder como los castigos, las amenazas, o la privación de privilegios para obtener obediencia. La segunda pauta es la de los padres autoritarios, los cuales esperan una conducta madura y establecen unas normas claras para estas conductas. También imponen firmemente normas y reglas utilizando órdenes y sanciones cuando lo creen necesario, sin embargo, estimulan la independencia y la individualidad del niño y valoran la comunicación abierta entre padres e hijos, reconociendo los derechos de unos y otros. El tercer estilo es el de los padres permisivos, se caracterizan, por plantear relativamente pocas exigencias a sus hijos y por ejercer raramente un firme control sobre ellos. Estos padres también son relativamente cálidos y estimulan a sus hijos a expresar sus sentimientos e impulsos.

En esta misma línea y haciendo referencia a la clase social, Villarroel (1990), siguiendo a Broom y Selznick, expone dos tipos de patrones de socialización familiar, uno orientado a la obediencia (socialización represiva) y otro a la participación (socialización participatoria), la primera se da generalmente en el estrato social bajo y se caracteriza por el énfasis que ponen los adultos sobre la obediencia del niño, el respeto a la autoridad y a los controles externos. Así, cuando el niño no cumple con las expectativas de los adultos, éstos emplean distintas formas de castigo que atentan tanto a la integridad física como a la integridad del YO, por el contrario, cuando el niño responde a las expectativas adultas, raramente es premiado puesto que, en este caso, está desempeñando el rol que le corresponde. Por lo tanto, este patrón de socialización represiva enfatiza el castigo a la conducta equivocada, más que el premio a la conducta correcta. Cuando se llega a premiar la conducta adecuada, generalmente se usan premios materiales.

La necesidad de que el niño obedezca las formas impuestas por los adultos origina un tipo de sistema de comunicación cerrado, en el que el adulto en lugar de dialogar con el niño ordena lo que éste debe o no hacer. Así, la comunicación es unilateral y más bien representa un monólogo en el que el emisor y el receptor es el adulto. Esta forma de comunicación se realiza a través de mensajes verbales y no verbales, por lo que a los mensajes verbales se refiere y, haciendo referencia a Bernstein, hemos de señalar que en este tipo de socialización represiva se utiliza el código lingüístico restringido. La socialización represiva se asocia, además, con un tipo de organización familiar en la que los miembros consiguen su cohesión y unidad principalmente a través de la complementariedad de los roles tradicionales. En estas familias la socialización consiste principalmente en la enseñanza de los roles y la transmisión de expectativas de conducta tradicionales. El padre es el proveedor y la madre la ama de casa, mientras que los demás miembros de la familia se convierten en modelos para el niño, quien se esforzará por imitarlos. Aquí, el niño se desenvuelve en un sistema de relaciones preestablecidas en el que los roles que corresponden a cada uno de los miembros de la familia han sido definidos y prácticamente resulta imposible cambiarlos. De existir alguna flexibilidad en términos de la posibilidad de toma de decisiones, éstas van a depender del tipo de actividad a realizar y de las diferencias de género de los niños.
La socialización participatoria se lleva a cabo generalmente por las familias de clase media y alta y se caracteriza por enfatizar los premios, más que los castigos, se motiva la conducta apropiada en vez de castigar la conducta incorrecta. Los premios, por su parte, son de tipo simbólico más que material (en caso de usar el castigo como una forma de modificación de conducta, éste también es de tipo simbólico). Este tipo de socialización provee al niño con la libertad para probar cosas por sí mismo y explorar el mundo en sus propios términos. Las reglas sociales no son impuestas, sino más bien construidas por el niño con la colaboración del adulto, además de que posibilita el desarrollo integral del niño, otorgándole la oportunidad de elegir, proporcionándole las condiciones para desarrollar su creatividad, explicándole las situaciones y ayudándole a comprenderlas. La socialización participatoria se asocia con una organización familiar en la que la cohesión se logra a través de las actividades conjuntas y el desarrollo de metas familiares comunes.

1 comentario:

  1. Me pareció muy interesante la información que manejan respecto al modelo de socialización donde el niño es participe, es bueno saber que se le da importancia a los métodos de enseñanza en el desarrollo infantil y su difusión por medio de este blog. :)

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